La vendimia es la meta de la carrera comenzada por
los viticultores una vez comienzan la poda de sus vides. Durante todo el ciclo
vegetativo de la vid miman las cepas y recorren sus viñedos realizando las
tareas oportunas. Además de cuidar a sus preciados racimos y en muchos casos
sin sospecharlo, están cuidando unos microscópicos habitantes de sus racimos,
las levaduras.
Durante el envero se produce un cambio muy
evidente en las bayas de los racimos, estas cambian de color y gracias a ello
podemos apreciar una especie de polvo de aspecto ceroso que cubre cada baya,
este capa se llama pruina y además de proteger cada baya fija levaduras.
Cuando se alcanza la cúspide del ciclo de cultivo,
el viticultor comienza la vendimia y entrega en la bodega la cosecha cultivada.
Pero si nos acordamos de esos minúsculos seres que habitan los racimos, el
viticultor no solo está aportando la materia prima, sino que está entregando
una de las principales manos de obra de esta época, las levaduras que se van a encargar
de fermentar litros y litros de mosto, transformándolo en vino. Estas levaduras
son autóctonas de cada zona y aportan singularidad a los vinos y añadas.
A continuación os muestro un dibujo pintado con
mosto y vino, se trata de un racimo de uva, hogar inicial de las levaduras que
durante estos días están a tope de trabajo y tienen la gran responsabilidad de
fermentar el vino que más adelante disfrutaremos.
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